UNA CRONICA PARA SABER COMO EVITAR QUE NOS CONDUZCAN AL MATADERO
Los trabajadores de la papelera Newark San Andrés de Villava-Atarrabia pueden
hoy colgar este cartel en la entrada de la fábrica. ELA ya decía que esta
reforma se podía parar, para mantener ese discurso es imprescindible un ejemplo
como éste de Villava-Atarrabia, porque la acción sindical llevada a cabo en
Newark ha sido de manual clásico de relaciones laborales, tanto por el lado de
la empresa como por el de los trabajadores.
No obstante, tras dos meses de lucha entre ambas posturas, ¿cuál de los
contendientes ha sido el ganador? Aquél que ha mostrado organización, fuerza y
credibilidad: es decir, los nuestros, los trabajadores. Sin embargo, el factor
que ha propiciado esa victoria no ha sido, únicamente, el trabajo de esos dos
meses, sino una trayectoria mantenida de más de 20 años. Ya se sabe que las
cosas no cambian de un día para otro, sino que son resultado de posturas firmes
y coherentes. Está claro que un buen resultado tras un conflicto refuerza la
sindicalización, pero es justo reconocer que en Newark esa sindicalización de
base ya estaba conseguida antes de esta huelga.
¿Y cómo empezó el conflicto? De un modo sorprendente: nada más y nada menos
que el director general de Newark-Europa (venido desde Catalunya para la
ocasión) convocando en una asamblea a la plantilla de Villava-Atarrabia (4 de
noviembre de 2011): “Newark está en riesgo y no puede seguir aplicando el
convenio de empresa vigente, por lo que quedará suprimido a final de 2011, y a
partir de entonces en la factoría de Atarrabia se aplicarán las condiciones del
convenio estatal de la industria papelera”. Los antecedentes no daban opción al
optimismo. Por ejemplo, en la planta de Newark en Tarragona ya se aplicó la
misma medida hace seis años y no pasó gran cosa: el convenio propio de aquella
planta se suprimió sin mayores conflictos. Por supuesto, Newark sacó enseñanzas
de aquel proceso y se aprestó a ponerlas en práctica en Nafarroa. ¿Y qué podía
suponer a los trabajadores de Atarrabia la futura aplicación del convenio
estatal? Para empezar, un recorte salarial de 8.000 euros al año para las nuevas
incorporaciones y congelación para todos los demás hasta igualar ambas escalas
salariales; tres días de trabajo más al año, peores jubilaciones y pérdida de un
sinfín de mejoras sociales. Y lo que era más grave: desde ese momento, no se iba
a negociar nada más en Atarrabia, y habría que aceptar lo que otros firmaran en
la mesa sectorial de Madrid. Entre otras cosas...
A finales de 2011, de los 150 trabajadores de Newark, unos 40 eran ya afiliados
de ELA, pero no siempre fue así. "En 1990, empezamos con diez ó doce afiliados",
recuerdan los exdelegados Paco Loidi y Mikel Galduroz. Tras 20 añs de trabajo
sindical. Kepa Sesma, Andoni García, Jesús Nieto y Alberto Rodrigo tomaron el
relevo como representantes de ELA en el comité. "No podíamos aceptar esa
imposición; no íbamos a aceptar ninguna negociación que tomara como punto de
partida el convenio estatal; y, por último, queríamos convertir en convenio el
pacto de empresa que hasta entonces regía en Newark", explica Sesma. Así las
cosas, estaba claro que tenían que dar completamente la vuelta a la postura de
la empresa. No había más alternativas.
Empiezan los paros parciales
La propuesta de ELA, LAB y CCOO de comenzar paros parciales de dos horas por
turno (excepto en el nocturno) recibió un apoyo masivo en la asamblea del 5 de
diciembre. Esa iniciativa contaba con una ventaja estratégica clave: parando tan
solo cuatro horas al día, se lograba una parada productiva de 13 horas, ya que
la puesta en marcha de la maquinaria exige un calentamiento tan largo que la
dirección decidió no arrancar la fábrica entre los dos paros. Por contra,
también había elementos negativos. La empresa había previsto una huelga y tenía
almacenado un amplísimo stock de material para seguir distribuyendo a sus
clientes aunque parara la fábrica. Con este panorama, los paros parciales se
prolongaron nueve días, hasta Navidades. "El seguimiento fue total, pero lo
cierto es que el 1 de enero de 2012 empezaron a aplicar el convenio estatal; nos
quedó claro que la única opción era seguir luchando", recuerdan Kepa Sesma y
Alberto Rodrigo.
A partir del 9 de enero, tras una pequeña tregua en Navidades, retomaron los
paros parciales, pero esta vez incluyendo el turno de noche. Sin embargo, la
dirección decidió arrancar la maquinaria en el intervalo entre paros, porque el
stock se había reducido y la necesidad de producir era cada vez más acuciante.
Además, y sin explicación conocida, Newark había decretado, como otras
Navidades, el parón productivo entre el 1 y el 12 de enero, medida que en
principio iba en contra de los intereses empresariales en el contexto de la
huelga. "Creemos que cometieron un error, porque el stock cada vez era más
pequeño", señalan los delegados de ELA. No podían desaprovechar esa ocasión; los
conflictos suelen ganarse por la fuerza propia, pero a veces también cuentan los
errores ajenos. "Había llegado el momento de la huelga indefinida, porque los
paros parciales estaban desgastando a la gente sin mover la posición inicial de
la empresa: nos dimos cuenta que sólo podíamos ganar si aguantábamos en huelga
un día más que ellos". El apoyo a la huelga indefinida recibió 78 votos, pero 24
trabajadores votaron en contra. CCOO quería continuar con los paros parciales,
pero sin éxito.
De
esta forma, la huelga indefinida arrancó el 26 de enero y, como la mayoría de
los trabajadores son villaveses, el eco del conflicto se extendió rápidamente
por la localidad. Ese mismo día, por ejemplo, se debatió en el Ayuntamiento una
moción en apoyo a los trabajadores de Newark que concitó el voto a favor de
todos los grupos municipales. "El apoyo del Ayuntamiento (la alcaldía pertenece
a Bildu) fue muy importante para nosotros, porque expresaba que todo Villava
estaba con nosotros, y eso nos facilitó alguna ayuda material", como por ejemplo
la jaima (una gran tienda de campaña, en realidad) que los trabajadores
colocaron a la puerta de la fábrica con los correspondientes permisos e incluso
calefacción. "Estábamos allí concentrados día y noche, haciendo frente a Newark,
allí mismo, y mucha gente del pueblo pasaba para mostrarnos personalmente su
apoyo; eso fue crucial para que aguantáramos el tipo".
La huelga seguía adelante, con todos los trabajadores unidos, sin grietas..
Así las cosas, cinco días después llegó la rendición de la dirección de Newark:
"No aplicaremos el convenio estatal", cedió el gerente. Pues sí, se había
evitado un gran paso atrás, pero de ahí en adelante, ¿qué? Aumentos salariales,
duración de la jornada, las demás condiciones laborales... todo eso estaba
todavía sin negociar. Después de dos meses de duro conflicto, estaban otra vez
en el punto de partida. Ni un sólo paso atrás, es cierto, pero mirando hacia
adelante, ¿qué hacer?
"Los trabajadores se dieron cuenta de que todavía nos quedaba más de la mitad
del camino", reconocían los representantes de ELA, y esa carencia quedó bien a
la vista en la siguiente asamblea. "No les pareció suficiente lo acordado con la
dirección, esto es, mantener el pacto de empresa hasta llegar a un nuevo
acuerdo, y nos exigieron negociar un verdadero convenio de empresa". En otras
palabras, la plantilla de Newark tenía muy claro cuál es, entre los acuerdos
posibles, el que les ofrece mayor respaldo legal: el convenio propio de empresa.
Con ese mandato (así lo votó el 53% de los trabajadores), el comité se implicó
en otra serie de reuniones con la dirección, hasta lograr un nuevo acuerdo. El
31 de enero de 2012, ambas partes registraron en el Gobierno de Navarra el
documento decisivo para desconvocar la huelga: el compromiso de negociar un
convenio de empresa. "Está claro que los contenidos están todavía sin negociar,
pero también es cierto que hemos echado atrás el primer ataque de la empresa, es
decir, imponer todo dede Madrid". En lo sindical, la plantilla de Newark había
dejado bien claro que "la reforma de la negociación colectiva se puede parar, y
nosotros lo hemos conseguido: en Atarrabia es como si no estuviera en vigor".
Esa es la receta que debe extenderse por todo el país, por medio de la
sindicalización, el trabajo organizativo y, si nos obligan, la lucha
colectiva.
Imprimatu